Fue en diciembre cuando se borró la pintura ...
Ha pasado tiempo, inviernos eternos que parecen no perdonar. A veces me congelo, otras simplemente me abrigo con lo que queda. Temo tomar un pincel, pintarme otra historia, temo encontrar un color que le dé vida a mi corazón de lata. Pero el tiempo no es medicina, y aunque queramos no siempre logra sanar todas las heridas.
Hay sol, hay humedad. Ha llovido y sigo jugando. Soy niña aun, inocente sin remedio alguno, bailo con las mariposas suponiendo felicidad. Sin embargo, no hay felicidad más eterna (aun que a tiempo) que aquella que es compartida, cuando aparece una silueta que te da amor, te sientes amada, y puedes amar. Es esa felicidad la que ni el tiempo ha podido traer, borrar y renovar. No pretendo encontrarla, aunque ande con lupa investigando historias de amor.
No hay pintura más bella que aquella que perdura, independiente si se sigue pintando. Aquella que no cabe dentro, que traspasa siglos y sigue intacta. No me creo un detective experto, pero voy descubriendo que aun falta para la primavera. Mientras a mi alrededor nacen flores y jardines.
Temerosa acepto tomar el pincel, pero necesito de una mano. Me voy helando, congelando, y mi corazón se vuelve piedra...
" Pero para María ninguna luna, alza su copa roja sobre las aguas..."
Pretendo desnudarme ante la luna, sólo si estás conmigo...
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